Uno de los elementos más curiosos y fácilmente reconocibles de la casa, que llega a singularizarla, es la batipuerta que protege su acceso desde el exterior. Con ese nombre nos referimos a la media puerta que antecede y protege a la propia de la vivienda. De madera y con un remate superior variable en su diseño parece reunir diferentes funciones, referidas a este interesado, por los más mayores del lugar, en el trabajo de campo llevado a cabo a lo largo de los años.
Para unos defendía la casa de los rigores climáticos fundamentados en forma de las frecuentes nevadas que se acumulaban en calles y accesos. Para otros permitían el airear la vivienda sin temor a que entraran algunas ganaderías de las que merodeaban frecuentemente por las calles de la localidad.
Por último, para muchos, formaban parte del quehacer cotidiano de la casa, permitiendo que desde el interior de la misma, desde el portal, el matarife, pudiera asestar a las reses el golpe definitivo que pusiera fin a su vida e iniciara el proceso de la matanza. De hecho, en algunas de ellas podrá ver una curiosa anilla de hierro y algún gancho, del mismo material por el que se hacía pasar la cuerda que sujetaba a la res, para tirar desde su interior y acercarla hasta la batipuerta, facilitando así el trabajo del sacrificio sin temor a golpes, cornadas o dentelladas.
Entre los espacios públicos de la villa cabe destacar el edificio del Ayuntamiento por su esbeltez y generosidad. Es éste de tres plantas y buena presencia con un jardín cerrado por una verja.
La Casa Consistorial es una bella muestra de la arquitectura civil del siglo XIX. En su interior conserva una hermosa escalinata, con muros y sillería labrada, así como un amplio salón de reuniones.
También llamada del Humilladero, esta ermita situada en la entrada del pueblo, es una recoleta obra del siglo XVIII y estilo similar a la parroquia, dotada de un porche en la entrada sostenido por cuatro columnas. Lo más destacable es un retablo de madera (acomodación de restos de una iglesia desaparecida en
Béjar) con la imagen del Cristo, por el que sienten una gran devoción los candelarienses, así como el artesonado de su interior. Entre el legado artístico que encierran sus muros se encuentran obras como la imagen del flagelado, del escultor bejarano González Macías, así como una extraordinaria talla de S.Vicente.
Las regaderas son un elemento singular de este pueblo. Se trata de una especie de pequeños canales que cruzan toda la localidad desde lo alto de la villa hasta su parte más baja. Estas regaderas que adornan las callejas de la localidad sirven para el riego de las huertas cercanas y tuvieron la utilidad de arrastrar los despojos y la sangre del gorrino en época de matanza.
Las aguas proceden de los manantiales y del deshielo de la sierra próxima. Las regaderas reflejan un estilo de vida de unos habitantes sujetos a las hostilidades del medio y que con imaginación construyeron elementos domésticos y populares que han dado estilo y carácter al pueblo.
Además de las casas, las plazas y las calles que constituyen la fisonomía de la arquitectura popular, no faltan en los más diversos rincones las numerosas fuentes que otorgan personalidad a esta villa.
En Candelario, los ríos Cuerpo de Hombre, Chico y Barquillo hacen que el agua sea un elemento de vida y fertilidad. El visitante se irá encontrando con numerosas fuentes manando sus caños de continuo y en las que sus aguas fluyen limpias y transparentes desde el corazón de las montañas, confiriendo un rumor y un sonido característico a la villa.
Candelario tenía tres entradas (por el Camino Viejo, por los Puentes y por Navacarros) y en cada una de ellas se construyó una fuente romana (de pilón pequeño). Estas tres fuentes todavía existen y son la de las Ánimas, la de los Puentes y la de Lapachares.
Dentro del propio pueblo son numerosas las fuentes que salpican cada rincón; así tenemos, la de La Hormiga, la de la Carretera, la del Parque, la del Arrabal, la del Barranco, la de la Ánimas, la de la Corredera, y un largo etcétera hasta llegar a contabilizar once.
» Ay madre, no sé que tienen las fuentes de Candelario; el agua fría me besa y en su dulzura, me abraso «
Pero el atractivo de Candelario no está solo en el interior de su casco urbano, sino también en esos alrededores rebosantes de naturaleza.
La localidad, es ya de por sí un agraciado balcón natural, se mire por donde se mire, encontramos terreno agreste y accidentado, verdes pinares y apretados bosques de castaños entre los que sobresale algún risco de granito.
Y entre todo esto : manantiales, regatos y arroyos que unas veces se ven y otras solo se oyen. Agua, mucha agua que baja del deshielo y que con prisa busca el cauce no más tranquilo de su río por excelencia, el Cuerpo de Hombre.
Río que nace aquí, en Hoya Moros, y tras recorrer su primer tramo en dirección norte, al llegar a Béjar, gira al oeste y sus aguas que parecían destinadas a la cuenca del Duero, acaban en las del Tajo tras pasar por el Alagón.